sábado, 19 de agosto de 2017

La leyenda de los valores por Oswaldo Carrillo M.


Cuenta la leyenda que un 31 de Octubre, cuando se celebraba la fiesta de Halloween, el amor estaba a punto de naufragar, tanta inmoralidad, corrupción. Deshonestidad e injustica existía en aquel día que el amor casi no podía soportar; entonces decidió convocar a todos los valores humanos para que le ayudaran hacer frente a la maldad; unos pocos se encontraban cerca como la lealtad y la obediencia, quienes se pusieron inmediatamente al servicio de amor; la libertad, estaba muy lejos, se sentía libre para volar como una ave en el infinito, con suerte siempre le acompañaba la prudencia, ésta  la prevenía  excederse de sus límites permitidos y no caer en el libertinaje, algunos valores parecían haberse perdido pero sin embargo el mensaje se iba transmitiendo y cuando la puntualidad se enteró de llamado del amor, inmediatamente le comunicó a la responsabilidad, las dos se apresuraron para llegar a tiempo a la cita; el compañerismo junto con la servicialidad, regaron la noticia por todas partes, ellos habían formado una pareja muy solidaria en ésta misión.

Una vez que todos se encontraban reunidos, el amor iba recobrando sus fuerzas, y se veía reflejarse en él como un destello de luz que se sobreponía  ante la oscuridad, pero esa oscuridad de sentimientos y de valores, cuando el amor sonrió todos saltaron de alegría y felicidad, entonces en sus mentes permanecía un estado de dicha y júbilo.

En aquella habitación cerrada donde solo se habían quedado los valores, ante una breve escena de silencio se escuchó al entusiasmo gritar ¡que viva la fiesta¡ desbordándose de risa y de contento, el optimismo  sonrío y dijo yo sabía que todo iba a salir bien, siempre veía las cosas por el lado positivo; ante lo cual la conciencia que estaba frente  a él se puso a pensar y a meditar sobre lo bueno y lo malo, aquello que produce felicidad y remordimiento.

Algo desordenado el ambiente cuando la serenidad dijo: hagamos un brindis por el amor, yo estoy de acuerdo dijo la disciplina, pero que sea en orden que hable uno a la vez; la autoestima no se hizo esperar y  exclamó: brindo para que todos los valores humanos reconozcan sus verdaderas capacidades y sepan que son importantes  únicos e irrepetibles. La equidad brindo para que nadie se sienta superior o inferior a sus compañeros, que cada uno reciba lo que se merece; la justicia se alegró al escuchar a la equidad y compartió sus sentimientos  con un afectuoso estrechón de manos.

La honestidad, haciendo honor a su nombre instó a que cada uno sepa comportarse sin provocaciones. Mentiras ni engaños; al escuchar esto la humildad pronuncio: seamos valientes para reconoces nuestros triunfos y derrotas, aciertos y equivocaciones, tristezas y alegrías, sin egoísmo y con un corazón noble, sin humillar ni humillarse ante nada ni nadie… todos le aplaudieron; el  grupo se sentía mucho más unido y solidario con el amor, cada intervención llegaba  a lo más profundo de sus seres, la sensibilidad percibía  en una mezcla de sentimientos, entre la alegría y la tristeza, entre risa y el llanto; la flexibilidad se adaptó fácilmente a estas condiciones, la tolerancia  escuchaba muy atenta; en ese momento ya casi nadie quería hablar, la cortesía, se había quedado al último porque a todos cedió su turno, la integridad, temía de pronto a equivocarse, quería presentase siempre pura, sin manchas, recta, cuidando su apariencia; en ese momento se produjo un segundo silencio.. la generosidad se puso de pie y repartió a todos una inolvidable sonrisa que quedó grabada en el corazón de los presentes los cuales siempre recordaron con gratitud.

Ya al finalizar la fiesta donde había dado toda la alegría,  chistes, sorpresas. Etc.; asomó la sencillez que se había quedado observado las cosas más insignificantes de la ocasión, el altruismo  que se entretuvo tratando de ayudar a la dignidad  para que mantenga su transparencia y la veracidad que seguía observando el acontecimiento de una manera objetiva y clara.

Que hable el amor pidieron todos en unánime voz. Entonces con un tono complaciente dijo: yo soy el que todo lo sufre. Todo lo perdona, todo lo soporta, el que entrega si es posible la vida a cambio de nada y donde yo estoy no triunfara el odio, la ira, la maldad, sino la paz, la armonía y la prosperidad, al escuchar esto cada uno se retiró a prácticas sus virtudes, dones, talento y habilidades.

Reflexión:
Hay minas que han estado miles de años sin ser utilizadas pero es más doloroso, que todavía la mayor parte de los hombres y mujeres ignoren la existencia de la increíble capacidad de su propio talento.


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